BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL JOSÉ DOMINGO ORTIZ DE ROSAS Y LÓPEZ DE OSORNIO:
"¡Qué grande, señores, y qué plausible debe ser para todo argentino
este día consagrado por la Nación para festejar el primer acto de
soberanía popular, que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año
mil ochocientos diez! ¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires
haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad
sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente
constituídas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación,
habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro
soberano, sino para conservarle la poseción de su autoridad, de que
había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los
vínculos que nos ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más
por el amor y la gratitud poniéndonos en disposición de auxiliarlos con
mejor éxito en su desgracia. No para introducir la anarquía, sino para
preservarnos de ella, y no ser arrastrados al abismo de males en que se
hallaba sumida España.
Estos, señores, fueron los grandes y
plausibles objetos del memorable Cabildo abierto celebrado en esta
ciudad en 22 de Mayo de mil ochocientos diez, cuya acta deberá grabarse
en láminas de oro para honra y gloria intensa del pueblo porteño. Pero
¡ah!...¡Quien lo hubiera creído!...Un acto tan heroico de generosidad y
patriotismo, no menos que de lealtad y fidelidad a la Nación española y a
su desgraciado Monarca: un acto que ejercido en otros pueblos de España
con menos dignidad y nobleza, mereció los mayores elogios, fue
interpretado en nosotros malignamente como una rebelión disfrazada, por
los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para
corresponderlo dignamente.
Y he aquí, señores, otra
circunstancia que realza sobre manera la gloria del pueblo argentino,
pues que ofendidos con tamaña ingratitud, hostigados y perseguidos de
muerte por el gobierno español, perseveramos siete años en aquella noble
resolución, hasta que cansados de sufrir males sobre males, sin
esperanzas de ver el fin, y profundamente conmovidos del triste
espectáculo que presentaba esta tierra de bendición anegada e nuestra
sangre inocente con ferocidad indecible por quienes debían economizarla
más que la suya propia , nos pusimos en manos de la Divina Providencia, y
confiando en su infinita bondad y justicia tomamos el único partido que
nos quedaba para salvarnos: nos declaramos libres e independientes de
los Reyes de España, y de toda otra dominación extranjera.
El
Cielo, señores, oyó nuestras súplicas. El cielo premió aquel constante
amor del orden establecido, que había excitado hasta entonces nuestro
valor, avivado nuestra lealtad, y fortalecido nuestra fidelidad para no
separarnos de la dependencia de los Reyes de España, a pesar de la negra
ingratitud con que estaba empeñada la Corte de Madrid en asolar nuestro
país. Sea pues nuestro regocijo tal cual lo manifestáis en las
felicitaciones que acabáis de dirigir al gobernador por tan fausto día;
pero sea renovando aquellos nobles sentimientos de orden, de lealtad y
fidelidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor heroico en
sostén y defensa de la Causa Nacional de la Federación, que ha
proclamado toda la República. De esta causa popular bajo cuyos auspicios
en medio de las dulzuras de la paz, de la tranquilidad, podamos dirigir
nuestras alabanzas al Todo Poderoso y aclamar llenos de entusiasmo y
alegría.
Viva el Veinte y Cinco de Mayo
Viva la Confederación Argentina
Mueran los Unitarios impíos."
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